lunes, 20 de mayo de 2013

La Cartilla de Educación Básica y sus implicaciones

Estamos lejos de los momentos en los que se pensaba que el bagaje
 de conocimientos adquiridos en la formación inicial docente, unido
al valor de la experiencia como fuente de aprendizaje en la práctica
podía  resultar suficiente para ejercer el trabajo docente
 
Marcelo y Vaillant
 
Uno de los temas que ha suscitado muchas opiniones en este inicio de ciclo escolar es, sin duda, la Cartilla de Educación Básica. Tal vez por su generalización, luego de haber pasado por una etapa de prueba en aula el ciclo escolar anterior, que sin lugar a dudas y quizás lo más difícil para la estructura educativa, es la apropiación de los procesos de recopilación de información hacia la metacognición de los alumnos y discriminar entre una calificación y el valorar el nivel de logro de los aprendizajes esperados.
 
En mi opinión, el asunto de la calificación es uno de los problemas teóricos centrales de la evaluación del aprendizaje, pues se vincula directamente con la problemática de la medición de las cualidades o propiedades psíquicas del individuo que resultan del aprender, así como del proceso mismo de aprendizaje.
 
La construcción de un  juicio valorativo exige de un sistema de referencia del que parte el evaluador y en los que inserta las evidencias o datos que obtiene sobre el objeto y que permite, por contrastación con aquel, emitir el juicio. La expresión de este mediante un sistema simbólico (un término del mismo sea numérico o no) concreta la calificación.
 
Calificar y evaluar tienen significados distintos. La calificación es un juicio sintético emitido por el profe­sor en un momento determinado sobre el aprovechamiento del alumno; por su parte, la evaluación es un proceso sistemático y riguroso de recolección de información a partir de criterios establecidos, los cuales se toman como referencia para emitir juicios de valor y de esta manera tomar decisiones. En los dos se esta­blecen criterios, se juzga la información recolectada a partir de éstos; sin embargo, su función es distinta, la calificación sirve para comunicar de manera sintética el desempeño del alumno, en tanto la evaluación es una valoración que puede ser usada para tomar decisiones sobre cómo mejorar.
 
Sin embargo, existe el paradigma de ¿cómo utilizar una evaluación formativa? Si bien es cierto, Beatriz Picaroni en su libro Prácticas de evaluación en las aulas de primaria en ocho países de América Latina expresa: “Durante las entrevistas muchos docentes hablaron de la evaluación formativa concibiéndola como “la que se hace a diario y no pesa en la calificación”. Sin embargo, en la mayoría de los casos todos los trabajos de evaluación influyen en el concepto del docente que, con un peso menor que los otros rubros, también conforma la calificación final del alumno. Una de las docentes lo expresa en forma clara: “Todo lleva al resultado final [calificación], hasta la asistencia… El trabajo cotidiano que uno hace con los chiquitos, tareas cortas, tareas extra clase… Todas las evaluaciones sirven para rever cómo seguir trabajando y para calificar”.
 
La evaluación formativa va más allá de registrar todos los eventos que se dan en el salón de clases; es concebir mediante la autoevaluación, coevaluación y heteroevaluación los propios procesos de apropiación del logro educativo, partiendo del reconocimiento de la mejora continua.
 
Cuando los padres de familia y el SNTE expresan en que falta información a los docentes y a la sociedad en general, tienen razón; ya que en su etapa de prueba en aula de la Cartilla de Educación Básica, participaron únicamente 144 escuelas; de Primaria General, 104 de las cuales 81 son Federalizadas y 23 Estatales, fueron 8 escuelas de Primaria Indígena, 14 Particulares, 13 USAER y 5 CAME.
 
Estamos seguros, que con la estrategia emprendida por la Secretaría de Educación y Cultura, en los procesos de difusión, asesoría y seguimiento de la misma, en coordinación con el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación y los padres de familia, se podrá lograr una evaluación formativa en su máxima dimensión.
 
Quiero cerrar esta columna con  Jorba, Jaume y S. Neus. “La función pedagógica de la evaluación”. Revista Aula de Innovación Educativa.
 
"La visión que se tiene sobre la evaluación condiciona la práctica que se hace de ella. Pero hay otra forma de pensar sobre ella. Así, por ejemplo: ¿Por qué no pensar en actividades de evaluación integradas totalmente en el proceso de aprendizaje y, en cambio, evitar confundir evaluación con examen, y menos evaluación continua con exámenes continuos? ¿Por qué no pensar que evaluar es conocer la estrategia utilizada por la alumna o el alumno en la resolución de una determinada tarea y llegar a comprender las causas de sus dificultades y, en cambio, evitar creer que el principal objetivo de la evaluación es poner de una nota a cada estudiante? ¿Por qué no dejar de creer que los exámenes nos indican qué estudiantes fracasan y qué estudiantes tienen éxito? ¿Por qué no pensar que los propios procedimientos de evaluación pueden ser en gran medida los responsables del fracaso escolar? ¿Por qué no pensar en que sea el propio alumno o alumna quien ha de llegar a ser capaz de reconocer cuáles son sus aciertos y cuáles son sus dificultades y, en cambio, dejar de creer que la evaluación es una tarea que es solamente responsabilidad del profesorado? ¿Por qué no pensar que todos los estudiantes (o la mayoría) pueden llegar a realizar aprendizajes significativos mínimos y, en cambio, dejar de pensar que siempre encontraremos en el aula una distribución del alumnado que siga la curva de Gauss, con el 5 en el punto de inflexión?"
 
Ivan Jossué Campas Robles
Consejal Nacional del SNTE
Asesor Técnico pedagógico de la Dirección General de Educación Primaria
ivankmpas@hotmail.com
 

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