Por estos días, en los que ronda en el aire una sensación de
incertidumbre en la administración educativa, debido a los cambios
implementados a raíz de la Reforma Educativa del presidente Enrique Peña Nieto,
en la que se define una política clave para el futuro de la educación del país,
la metodología de evaluación que utilizará el recién creado Instituto Nacional
de Evaluación Educativa sigue siendo de preocupar y ocuparse, para evaluar el
Sistema Educativo del país en los próximos años, y no sabemos si la metodología
en cuestión se hará cargo de las reiteradas críticas y recomendaciones que el
mundo académico, político, y social ha
manifestado.
En este sentido, las críticas pueden clasificarse en dos
grandes áreas. En primer lugar, la metodología que se propone para evaluar a
los docentes, que se realizará en cinco dimensiones, las cuales, suponen no privilegia
el resultado por sobre el contexto, aunque es probable que no considere
suficientemente el proceso de enseñanza y aprendizaje. Estamos conscientes
que la diversidad en nuestro país, en nuestro estado, regiones y poblaciones
son distintas, pero también, estamos seguros que se antoja difícil diferenciar
la evaluación, mientras se siga privilegiando el examen escrito y/o la prueba
objetiva. De esta manera, se entiende que los contextos multigrados, la
periferia y las mismas ciudades, seguirán siendo distintos y lo difícil es
homogeneizar perfiles, parámetros e indicadores en esta evaluación.
La segunda crítica se refiere al modo de implementación de la
ordenación que “supone” un alto impacto en el sistema escolar. Las imposiciones
de las reformas pactadas por el llamado Pacto por México, han calado en el
profesorado, sobre todo en algunos que ven con malos ojos la extinción de las
llamadas comisiones. Si bien es cierto, son indispensables para el buen
funcionamiento de los procesos administrativos educativos, pero “el abuso en el
consumo de éstas, perjudican el sistema”, por ende, era necesario establecer un
periodo de reconceptualización en el cual se comunique y explique, pero sobre
todo se justifique el funcionamiento y las consecuencias de las mismas; además
de generar el espacio necesario para perfeccionar aquellos elementos que
demuestren ser conflictivos en este periodo de “prueba”. Es clave establecer un
periodo de marcha blanca que permita a los trabajadores de la educación
“prepararse” frente a las evaluaciones.
El país ya ha asumido las nefastas consecuencias de
implementar cambios radicales sin la debida información y preparación de la
ciudadanía, y es claro que significaría para el país un daño mucho mayor y permanente
que el vivido con la puesta en marcha de estas reformas y que en teoría deberíamos jugar un rol clave en la nueva estructura de
nuestro sistema educativo.
Estos elementos evidencian la necesidad de debatir
abiertamente la política educativa antes de su implementación. Máxime que se
“especula” que se hará una encuesta en este 2014 para hacer el cambio de
currícula en Educación Básica, cuando aún no estamos en condiciones en evaluar
el perfil de egreso del actual.
Distintos hitos
marcaron un año hiperactivo y demandante, con grandes momentos para recordar y
otros que intentaremos dejar en el olvido. Pero lo que caracteriza a los
trabajadores de la educación de nuestro país, es la marcada tendencia de
adaptarnos al cambio.
Profr. Iván Jossué Campas Robles